Cuando Fidel Castro usurpó el poder en 1959, muchos cubanos vieron en él la esperanza de un país más libre, justo y soberano. Entre ellos estaban sus propios colaboradores, aquellos que arriesgaron todo por derrocar una dictadura, solo para descubrir que habían abierto la puerta a otra aún más cruel.

Este trabajo cuenta sus tribulaciones, pero no solo las de ellos. Habla también de los opositores urbanos que desafiaron al régimen desde las sombras de las ciudades, de los rebeldes que tomaron las zonas más intrincadas del oriente cubano como su trinchera y de los prisioneros que resistieron en celdas donde la tortura era moneda corriente. Todos tienen algo en común: fueron traicionados, muy perseguidos y, en demasiados casos, asesinados por un sistema que no toleraba la disidencia.

Por eso este libro es necesario. Es un acto infinito de memoria, de educación, de conocimiento. Que sirva como homenaje a los caídos y como advertencia para las generaciones presentes y futuras: a la libertad no se le pone precio y el silencio es cómplice. Cada nombre, cada palabra, cada relato es un ladrillo en el muro contra el olvido. La labor de visibilizar estos hechos comenzó hace más de sesenta años, con informes presentados ante diversas instituciones que, aunque escucharon, no lograron romper el cerco de la impunidad.