Lo que nos muestra Dios con la resurrección de Jesús es que da un sí a su modo de ser persona. No basta con pensar que humanidad y divinidad ya no son realidades separadas, sino que tan sólo este modo de ser persona, y solamente este modo, es verdaderamente divino, es auténticamente humano. Desde Jesús hemos descubierto que sólo somos humanos cuando acogemos al otro en nuestra vida, cuando vivimos saliendo a buscar al hermano, cuando sólo deseamos servir, amar y ayudar. Sólo vivimos cuando damos vida a los demás. Y morimos cuando matamos. Dios se ha puesto en nuestro prójimo: accedemos a la vida de Dios cuando nos abrimos a la vida del hermano. Y encontramos la Vida cuando damos totalmente nuestra vida: ese es el sentido de la muerte desde nuestra fe.