El ser humano es una criatura espiritual que alguna vez ha explorado los interrogantes sobre su origen y su fin, ya sea por curiosidad o sentimientos religiosos. La persona religiosa es la que responde a la insaciable añoranza por lo sobrenatural movida por la vida divina que lleva dentro de su ser. Una vez esa persona tiene un encuentro con la Divinidad, da comienzo el desarrollo de una relación con Dios acudiendo a la oración como medio de acercamiento al Todopoderoso para vivir la experiencia que le conducirá un día más allá de los límites de este mundo. La oración es producto de una actitud de fe que se deriva de la religión; son dos fenómenos que no se pueden desligar. La persona religiosa -particularmente el cristiano- se acerca a través de la oración a una realidad que reconoce como suprema y de quien espera la salvación. Sin embargo, mientras camina hacia su destino final, inevitablemente pasa por dolores, peligros y pruebas amargas. Por ser una criatura siempre necesitada, recurre a sus talentos y recursos a su alcance para resolver sus diversas situaciones y necesidades. No obstante, ya que es una criatura limitada, se ve obligada a solicitar la asistencia de Dios por medio de la oración. Aunque la persona fiel sufra muchas decepciones por las oraciones aparentemente no escuchadas por Dios, la verdad es que Dios escucha toda oración sincera, humilde y dirigida a Él con fe. Más, en sus respuestas, Dios tomará en cuenta únicamente todo aquello que sirva para la salvación de aquel que le invoca. Lo cierto es que toda persona religiosa tiene necesidad de la oración mientras aguarda el don del amor de Dios para el cual fue creada: su salvación.