Sentir que tú me quieres,
saber que yo te quiero,
y ver que nos miramos
con ansias de besar.

Mas nuestros labios, nunca,
chocaron con el fiero
chasquido de ese beso
que no debemos dar.

¿Por qué hube de encontrarte
tan tarde en mi sendero?
Cuando mi vida estaba
trazada en su lugar.

Ya solo en sueños puedo
brindarte el mundo entero,
porque el destino dice
que no te debo amar.

Creo que pueden estar de acuerdo conmigo que si el poema del que forma parte este fragmento hubiese sido escrito hace un siglo habría sido un tango digno de cantar por el mismísimo Carlos Gardel. Yo, por mi parte lo felicito por este hijo de papel y le deseo éxitos -parafraseándolo-: más allá de donde el horizonte parece un hilo dorado.